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28 junio, 2008

¿Y si Dios de verdad no existiera?

Creo firmemente en la existencia de Dios. Estoy convencido de que Dios existe. Pero, ¿y si Dios de verdad no existiera? Algunos dicen que todo lo malo que los seres humanos hacen lo pagan en esta vida. Es la peor de las mentiras, porque es una verdad a medias. Si bien es cierto que hay consecuencias por los actos que el ser humano practica, también es cierto que no siempre esas consecuencias están al nivel de las acciones.

Cada día hay en el mundo asesinatos que se quedan sin resolver, cada día en infinidad de cárceles del mundo adultos violan a niños y no pasa nada, cada día en muchos lugares del planeta los hombres abusan de las mujeres a su antojo y no pagan por ello ni pagarán, cada día en muchos países sin derechos humanos las autoridades torturan salvajemente a los detenidos y nadie les culpa.

Son solamente ejemplos. Asesinatos, violaciones, abusos, torturas. Y los asesinos, los violadores, los abusadores, los torturadores quedan impunes. Llegarán al final de sus vidas acusados (o no) solamente por sus conciencias (si es que las tienen). Las víctimas habrán quedado por el camino, o habrán caminado mutiladas físicamente, o doloridas mentalmente por las atrocidades. El horror podría ser digno de la más espantosa película de terror, sobre todo porque las víctimas serán enterradas o sufrirán en el olvido, mientras que los verdugos y culpables jamás pagarán por los espantos cometidos.

Repito, ¿y si Dios de verdad no existiera? Pues esos verdugos y culpables se habrían salido con la suya, habrían asesinado, violado, abusado y torturado y jamás habrían pagado por ello. Viviríamos en un mundo donde cuando el más fuerte abusa (y en muchos casos horriblemente) del más débil y es lo suficientemente inteligente para escapar de las consecuencias, simplemente no pasa nada.

No, demasiado terrible para ser verdad, demasiado espantoso para ser cierto. Estoy convencido de que hay un Dios justo ante Quien compareceremos todos, para que cada cual pague por las maldades causadas a otros seres humanos. Dios existe, es justo y ante El tendremos que rendir cuentas. No lo olvidemos en nuestro actuar con los demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Por qué pretendes que Dios tenga el sentido de justicia que tienes tú, que tenemos los hombres, tan limitados?

Hablas de que hay personas que hacen daño a otras, y ni pagan ni pagarán por ese daño. ¿Cómo lo sabes? ¿Considerarías un pago el hecho de ser detenido y encarcelado? ¿Sólo eso? ¿La justicia humana? ¿Sólo un puñado de años de vida, en los que todo lo que se abre debe cerrarse, todo lo que se yerra debe repararse, todo lo que se empieza debe acabar, todo debe ser un círculo perfecto, en unos pocos años?

Yo creo en Dios, y en mi espíritu. A veces soy un ser absolutamente terreno, y me obceco con las cosas de cada día. Sufro cuando algo no me sale bien, cuando no me gustan las cosas que veo, cuando... Pero otras veces, me elevo sobre mis circunstancias eventuales, sobre mi propio tiempo, mi propio espacio, mi propia materia, y pienso que la vida, la mía, la de cualquiera, tiene un sentido. Todo obedece a una perfecta arquitectura de la que, humildemente, reconozco desconocer el aspecto general. Veo una pincelada de lo que creo que es un maravilloso cuadro. Pero no tengo la capacidad de ver ese cuadro. Simplemente lo intuyo. Lo imagino, lo creo.

No se puede juzgar la belleza de una sinfonía por el sonido de una sola nota, una nota que desconoce cual es su antecedente, ni cual es la que le sigue. Y yo creo que soy una nota, toda mi vida actual constituye una nota. Que pertenece a una hermosa composición que no alcanzo a comprender, pero confío en que Dios sabe engranarla. Sabe porqué, cuándo, para qué... Y creo que en algún tiempo yo lo entenderé. Y entonces sí, se cerrará ese círculo.

En este espacio breve que es mi vida me pasan cosas, accidentales, que van conformando mi pensamiento, mi voluntad, mis ideas. He tenido un entorno familiar determinado, una trayectoria vital, unos amores, unos hijos, unas capacidades, unas carencias, unos golpes de suerte y unos fracasos, unas aceptaciones y unas renuncias. Y como parte de esa misma vida, he compartido momentos o he sabido de la existencia de otras vidas que también componen su propia historia, su propia sinfonía. Unas vidas que me han parecido ejemplares, y otras me han enseñado lo que no debe hacerse. Y sólo Dios sabe porqué, cuándo y para qué tuvieron que entrelazarse con mi vida.

Me duelen las cosas, claro que sí. Me duele no poder hablar con mi madre cada día, como yo hacía hace menos de un año, y contarle cómo me van las cosas mirándola a los ojos, ojos que no veré nunca más tal y como yo se los conocí.

Pero lucho para que cada día me duelan menos las cosas que me pasan y me marcan una dirección, me hacen girar mi cabeza y mirar hacia donde no sabía yo que había algo, y me hacen pensar, y me forman un criterio, pero no son mi esencia, no son yo. Simplemente fijándome en mis manos, viendo lo que hacen ellas, sabiendo que con ellas, con el mismo gesto, puedo acariciar o golpear, y que sólo de mí depende la velocidad con que las mueva para que hagan lo uno o lo otro. No puedo hacer nada con las manos que no son mías.

Creo en que el espíritu de la que en mi vida actual fue mi madre ve mis ojos, que comprende que la eche de menos, su mera presencia, porque soy un ser con muchas fragilidades, pero también creo que ese dolor me lleva a reflexionar sobre muchas cosas, y crezco. Ese dolor me ayuda a intentar acariciar. Y sé que Dios está detrás. Es un regalo que tengo yo. Del que carecen los que hacen daño porque sí, los que nunca se miran las manos salvo para contabilizar sus posesiones o para comprobar que han cogido lo que deseaban, fuera de quien fuera.

Me siento muy afortunada, y a ellos los veo muy desgraciados. Por mucho que "se salgan con la suya", se salen con la suya según la escala de justicia terrena. Creo que según la justicia divina, no.

Sé que la justicia humana tiene que existir, que no puede dejarse impune a aquél que se cree dueño de todo lo que le rodea para decidir, y todo este entramado permite vivir al ser humano como un ente social, como unas reglas de un juego puntual y momentáneo. Es un escenario en el que mi vida ahora se mueve. Pero no es consustancial de mi existencia. Igual que nací en un mundo en el que la violación está penada legalmente, podía haber nacido en un mundo en el que fuera lícito violar, y yo seguiría siendo yo... porque lo que importa es mi voluntad. La velocidad de mis manos.

Creo que mi espíritu y el de un violador, el de un tirano, el de un asesino o el de un héroe, traspasan el tiempo y el espacio de una vida. Que el hecho de que se mueran sin haber sido declarados culpables o sin los honores que merecen ni les exime, ni les libera de lo malo, ni les minimiza lo bueno. No es expresión de que no se hace justicia. Todo lo más, es la manifestación de lo limitado que es nuestro espacio, de lo breve que es nuestra nota. Pero la sinfonía es inmensa.

Creo que esto que yo estoy viviendo, lo que estás viviendo tú, son solo unas circunstancias, tan ajenas a nuestra propia esencia como los zapatos que nos calzamos cada día, según la estación del año, según si vamos a caminar por la ciudad o por el campo, según si llueve o hace calor, que a pesar de determinarnos y definirnos a veces, no somos nosotros. Yo sería yo, aunque fuera descalza.

Sólo Dios sabe. Nosotros somos a su imagen, no Él a la nuestra.

Un fuerte abrazo.
María.